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LA SALUD PÚBLICA EN EL MUNDO ACTUAL.

Durante miles de años, la enfermedad se ha entendido como el resultado de la invasión del organismo humano por parte de agentes externos, bien fueran éstos la acción de los dioses, el resultado de la posesión del organismo por espíritus malignos o, más recientemente, la invasión de microorganismos.

Esta visión “ambientalista” de la enfermedad cobró fuerza especialmente gracias a la aparición del microscopio y a los avances en la ciencia médica durante los siglos XVIII y XIX, con el descubrimiento de los microorganismos como causantes de ciertos trastornos, el desarrollo de la cirugía y la construcción y mejora de la reputación de los hospitales.

LA TRANSFORMACIÓN DE LOS SISTEMAS NACIONALES DE SALUD

 

Acorde al contexto ya definido, en el que se precisan el estado de salud y su entorno socioeconómico y político, los países del orbe han emprendido la transformación de sus sistemas de Servicios de Salud, principal condicionante para el logro de la meta de Salud para Todos, con base en la estrategia de atención primaria, apoyándose en la descentralización y el fortalecimiento de los sistemas de salud a nivel local. En este proceso de transformación, la concepción sistémica e integral de los distintos componentes de la infraestructura, entendida en su sentido más amplio, adquieren un papel preponderante en la mejoría del impacto de las acciones emprendidas.

 

La evolución de los sistemas de salud, hacia servicios más equitativos, efectivos y eficientes, ha exigido modificaciones en la función, el financiamiento y con gran frecuencia, cambios estructurales significativos, especialmente en campos críticos como el estilo de conducción, especialmente si existe un sistema plural en el financiamiento y entrega de servicios, cuyos objetivos son compartidos por las partes; el sector público debe ejercer un liderazgo que oriente, estimule y regule el funcionamiento del Sistema y sus organismos de ejecución, incluidos los sectores social y privado.

 

La redefinición del papel del Estado, de lo cual ya algo se mencionó, trae como resultado implicancias en la reorganización del Sector Salud, en el mejoramiento de los servicios a las personas y al medio; además de que también dimensiona las relaciones entre los servicios de salud y las acciones de bienestar social, así como de las relaciones entre las instancias centrales de gobierno, las instancias públicas periféricas y las organizaciones de la sociedad civil.

 

Entre los principales propósitos de la reorganización del sector, está la de transformar los estilos gerenciales y la capacidad administrativa para procurar una gestión más efectiva y ágil, altamente productiva y de calidad aceptable. Simultáneamente, se requiere iniciar una intensa movilización de recursos, nacionales e internacionales, para lograr la transformación de los Sistemas de Salud de acuerdo a las necesidades de la población.

 

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De este modo, hasta hace pocas décadas se ha mantenido la concepción de que mente y cuerpo constituyen entes separados, bajo el prisma del llamado modelo biomédico de la salud y la enfermedad, según el cual “todas las enfermedades pueden explicarse a partir de problemas en procesos fisiológicos, resultado de heridas, desequilibrios químicos e infecciones bacterianas o víricas” (Engel, 1977), negándose de este modo cualquier influencia sobre la salud de procesos de índole psicológica o social.

 Sin embargo, desde mediados de este siglo se comenzaron a plantear alternativas a este modelo, dada la pobreza explicativa del mismo para dar cuenta de los cambios en el panorama epidemiológico de los países industrializados. Así, mientras que hasta la primera mitad del siglo XX, la sociedad norteamericana y europea sufría y moría principalmente a causa de enfermedades infecciosas, producto de la acción de agentes patógenos bacterianos o víricos, y trastornos derivados de la malnutrición, a partir del siglo XIX, por el contrario, y especialmente a lo largo del siglo XX, este tipo de enfermedades comienzan a descender, gracias al desarrollo de tratamientos progresivamente más eficaces, de índole tanto farmacológica como quirúrgica y al avance de medidas preventivas como la promoción de la higiene personal, la mejora de la nutrición, la coloración de las aguas públicas, el tratamiento de las aguas residuales, etc. (Sarafino, 1990). 

La meta social de Salud para todos, adoptada por los gobiernos del mundo representa un conjunto de valores fundamentales para contribuir al desarrollo. Las apreciaciones a las que me voy a referir les ruego las tomen en relación al convencimiento de que la salud puede contribuir al desarrollo, es parte de él y se identifica con el bienestar. 

La nueva década de los noventa se inaugura con un panorama reordenador, que abarca todos los ámbitos del desarrollo humano. Así, en lo político, se viene suscitando todo un proceso democratizante, que rompe con viejas estructuras de poder y da cabida a esquemas participativos; en lo económico, se registran drásticos cambios, que redefinen los papeles del Estado y el mercado y establecen las bases de una integración mundial; y en lo social, aunque se continúa con graves diferentes entre individuos, países y regiones, se observan progresos significativos en varios indicadores, sustentados en un amplio consenso internacional orientado a la justicia y equidad. 

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ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN MUNDIAL

 

En la actualidad el desarrollo humano ha evolucionado a concebirse como el mejoramiento sostenible del nivel de vida, el cual comprende aspectos tales como la mayor oportunidad de igualdades, el consumo material, el derecho a la educación y la salud, la libertad política, las libertades civiles y la protección al medio ambiente. Dentro de este enfoque, primordialmente humanista, el objetivo global del desarrollo es dotar de mayores posibilidades y derechos en lo económico, político y civil a todas las personas, sin distinción de sexo, grupo étnico, religión, raza, región o país.

 

Asimismo, se tiene que tomar en cuenta que las prioridades de las personas no están determinadas para siempre y que éstas cambian con el tiempo, a medida que las circunstancias y las aspiraciones varían, todo lo cual debe considerarse en su conjunto para que los hombres, las mujeres y los niños sean el centro de atención, a partir del cual se forje el desarrollo.

 

Hay que tener en cuenta también que este desarrollo requiere del denominado “crecimiento económico”, que por sí mismo no sería capaz de lograr un mejoramiento sostenido del bienestar humano, requiriéndose de una firme acción, basada en políticas sólidas tanto en lo económico, como en lo social.

 

Partiendo de este marco, se puede apreciar que en la actualidad se producen notables cambios en la economía y la política mundiales. Es así como más de una decena de países han aprendido reformas económicas fundamentales; la democracia se ha extendido por toda Europa Oriental y actualmente se abren grandes interrogantes sobre el futuro de los países integrantes de la que fue la Unión Soviética; se derrumbó en muro de Berlín; Alemania sufre un proceso de reunificación; y en toda África caen los sistemas unipartidistas. Sin embargo, antes este panorama alentador, existen regiones del mundo donde más de mil millones de personas, es decir, una 5ª parte de la población del planeta, subsisten con menos de 1 dólar al día y otras que se han visto ampliamente lesionadas por la llamada “década pérdida de los 80s”. Un acercamiento mayor a la unión política y económica de la Comunidad Económica Europea, una mayor concentración de la pobreza absoluta muy obstenible en África y la crisis de la deuda externa en América Latina, son expresiones de la situación actual.

 

La velocidad de los cambios en el mundo y su profundidad, revisten particular importancia, que compromete prácticamente todos los aspectos de la vida y sus vertientes políticas económicas, sociales y, naturalmente está teniendo y tendrá impactos sobre el quehacer en salud.

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